jueves, 11 de marzo de 2010

Se abrieron las puertas...

Recuerdo aún cuando comentaba con mis amigos, allá por agosto de 2009 “Es un policial. Y los policiales argentinos siempre son una mierda.”. Estaba segura de que no me iba a gustar, pero tenía que verla.

Por eso, me fui con mi mamá al cine a ver El secreto de sus ojos, para hacerle el gusto de ver a Darín y para que me pague la entrada.

Fui completamente resignada ver un argumento predecible, escenas llenas de puteadas (porque si está Darín, siempre las hay) y errores de ambientación.

Había tenido varias malas experiencias con los policiales nacionales (como por ejemplo La señal -2008- me había resultado pésima en varios aspectos: ambientación, diálogos, falta de verosimilitud, etc.).

Todo despuntó en una gran sorpresa al notar que no estaba tan mal la película. Tenía de todo: buenos personajes (hasta los nombres suenan bien: Esposito-R.Darin-, Irene –S. Villamil-, Sandoval – G. Francella), una historia atractiva, mucho cuidado en los detalles, humor nacional, asesinatos, Francella camuflado e irreconocible…

Lo que primero noté fue la ambición de sus creadores. Ya que al repasar la temática es claro toparse con los dos: el encuadre local (gobiernos militares) y el internacional (pena de muerte). Dos marcos que confluyen hacia preocupaciones universales.

Me resultaba familiar ese cóctel de temáticas comprometidas: la malapraxis de la justicia, los tiempos de la dictadura y la pena de muerte. Sumando la dosis de cursilería no lograda, y esas bajadas de línea innecesarias de Sandoval aclarando los sentimientos de Esposito por Irene, entre otras cosas (no vale la pena repasar el típico discurso de milico que se cuela en la escena en la que ambos protagonistas se reúnen a reclamar la aprensión del asesino) todo transluce la clara intención de Campanella: buscaba una suerte de thriller, algo con sabor a Hollywood. Y con eso se llevo el Oscar.

No me molesta en lo más mínimo que un director argentino quiera brindarnos Hollywood de vez en cuando. De hecho, si siempre se hiciera como se hizo en El secreto…, nos llevaríamos a casa cualquier cantidad de Oscars.

Recuerdo que Cristina Kirchner dijo hace poco, citando lo que “la gente” supuestamente decía sobre la película: “La gente decía que la película es demasiado argentina, que no la van a entender (quienes?) y que por eso va a perder. A lo que yo contesto, que todo lo contrario: mostrándonos nos fue bien y pudimos ganar. No debemos escondernos” ¿Qué turbio no?. Justamente, todo lo contrario a lo que yo opino de la película.


El cine es un espejo, pero como el de la comedia griega, nos brinda un reflejo distorsionado de la realidad. Resultará una obviedad lo que estoy diciendo, pero es útil traerlo a colación ya que a menudo se olvida que el realismo es peligroso. Sobre todo para participar de estos certámenes: fíjense que el dinamismo importado de la película, la llevó a la gloria.


Lo que está piola


El perfil de Espósito, de Irene, de Morales, son sumamente adecuados para la historia. El de Sandoval equilibra. Y resulta sumamente placentero ver a los actores cruzar sus diálogos, con sus aires de “esta película es buena”. Y vaya que lo es, aunque siempre se puede cuestionar qué es lo bueno.

Les diré lo que a mi me pareció bueno.

Me resultó bueno el lenguaje corporal, los cruces de miradas constantes, reveladores y pienso la recurrencia de este recurso ayudó a que respete la esencia del film. Porque siento que Campanella nunca se paso de la raya con las trivialidades y multiplicó cuanto pudo el sentido del título de la película.

Me impactó la energía de los encuentros (en el pasado ficticio de la película) entre Irene y Espósito. Admiré la estética (muy buena dirección de arte y los maquillajes estaban muy precisos también) y la sutilidad que por momentos se aplicó para tratar ciertos temas. Repito, “por momentos”.

La cucharada de amarillismo no estuvo mal (véanse los diálogos entre Morales y Esposito, cuando él le habla de que junto a su esposa miraban los Tres chiflados), ese toque Jorge Pizarro era inevitable y fue otra especia aventurada para la salsita.

Por ultimo: la música no estaba mal, pero lo que estuvo perfecto fue el montaje, la edición. Las escenas estaban muy bien ensambladas, por lo cual se logró a pleno el halo de intriga y suspenso que el género propone. Por lo cual, la película nos cierra por todas partes (¿recuerdan el montaje final de tomas que relacionadas entre sí, nos dan una mano para ver eso que no habíamos visto?).

Digo esto, porque en un momento empecé a sospechar cualquier cosa, porque siempre Morales me había resultado demasiado extraño, y bueno…llegue a imaginarlo como asesino. Igual, aclaro que soy muy lenta en general para este género. Necesito ver dos veces los policiales o cosas como la tercera parte de Matrix.

Necesitaba confesar mis objeciones y mis coincidencias, porque más allá de que estoy feliz por el Oscar, siempre tengo mis peros.

La madre patria

Por otro lado me parece una ridiculez total que los españoles reclamen su parte de Oscar (por si no se enteraron, están haciendo bardo con que la producción estuvo financiada en gran parte por España) y que no asimilen que aunque Campanella aunque tenga ciudadanía española "la película es claramente argentina", como dijo Pablo Bossi, (presidente de la Academia Nacional de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina). Comprendo que sin su dinero no se habría podido hacer nada, pero invirtieron en otro país que quería hacer una película y no en una película española. Les paso el link por si quieren indiganrse un poco:


http://www.perfil.com/contenidos/2010/03/08/noticia_0030.html


Hay que enorgullecerse y no hay que dejar de darle una oportunidad a nuestro cine de vez en cuando. En líneas generales nuestras producciones son una bosta, pero estamos repuntando últimamente y eso es algo que se nota desde lejos.

Piensen que yo fui sin espectativas y salí feliz de la sala. Que mi vieja había entendido todo (cosa rara) y salió alabando a Darín. En que lloré un poquito en una parte (soy un asco de sensible y no me da vergüenza asumirlo), después me sorprendí en otra. Me reí muchísimo cuando mi vieja dijo “¿A vos te parece que nos muestren la poronga de ese tipo?” y en su total, como experiencia estuvo buenísimo ir a ver esta galardonada obra nacional (?).

Inicialmente, redimí a Campanella (odio sus dos filmes anteriores).Volví a verla con amigos. Y aunque quizás, “The white ribbon” era mejor,( Haneke era nuestro Brasil, porque es un director zarpado), las puteadas de Darín hicieron historia.

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